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Karen Peralta

Todo comenzó con un libro: El paciente inglés de Michael Ondaatje. Entre sus páginas me encontré con Hanna, una enfermera de combate de origen canadiense que servía para la Cruz Roja en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Ella fue mi primera voluntaria. Su historia, aunque ficticia, despertó en mi una curiosidad tremenda porque hasta entonces yo no tenía ni la menor idea de que las mujeres habían participado activamente en este fenómeno histórico bestial. Sí, había leído y escuchado que algunas fueron espías que ostentaron un arrojo tremendo, ni qué decir de las víctimas y sobrevivientes que soportaron lo indecible o de la dedicación y empeño de las mujeres que desde Bletchley rompieron códigos y revelaron estrategias enemigas, empero estas otras mujeres, las voluntarias que trabajaron bajo el comando de la Cruz Roja, las que fui descubriendo a cuentagotas, año tras año, libro tras libro, documental tras documental, a las que la historia había decidido ignorar, las que acompañaron a soldados y heridos, siempre en la retaguardia, al ras de la línea de fuego, siempre dispuestas a ayudar, ellas, extraordinarias, sencillas y generosas, fueron las que motivaron esta historia a la que le entregué cientos de noches y toda mi fe.

Con el trascurrir del tiempo fui mezclando lo que iba aprendiendo y extrayendo de ellas con todas mis vivencias, mis viajes, mis amores, mis encuentros y mis despedidas. Es innegable que en cada página hay pedacitos de amor y desamor, de añoranza, de tristeza y alegría, y un montón de recuerdos míos.

En aquellos días en que leía más de lo que escribía, jamás, ni por un momento, imaginé que diez años después acompañaría mi nombre con el título de “escritora”. Impensable, eso es para los grandes, los que hacen que las letras se transformen en viajes a mundos inéditos. Sin embargo, heme aquí, en el día en el que hasta el más loco de los sueños termina por hacerse realidad.

El camino hasta la publicación no fue sencillo, pero lo he disfrutado como nunca; cada rechazo, cada pérdida, cada micro logro, cada chispita de ilusión y todo eso que sucedió cuando por fin terminé de imprimir la última página y miré el resultado de siete años de trabajo, valió la pena cualquier desazón. Al final fue Roca Editorial quien se animó a confiar en una autora novel sin ninguna trayectoria en las letras, por ello le estoy eternamente agradecida a Blanca Rosa Roca y a todo su maravilloso equipo, quien, tras bambalinas, logra cosas increíbles, incluso en medio de una pandemia que amenazó con retrasar para siempre la salida de este libro.

Antes de dejarles la sinopsis y de invitarlos a leer mi novela, tengo que agradecer a todas las maravillosas mujeres que hay en mi vida: mi madre, mi hermana, mis amigas y todas las que me han regalado su cariño a través de las redes sociales sin haberme conocido. Es gracias a ellas y al apoyo incondicional de mi papá y de mi marido que hoy presento con todo orgullo: El recuerdo del olvido.

 

El recuerdo del Olvido

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