Maldito seais – No me avergoncé del Evangelio

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Dramática historia personal de un joven sacerdote navarro que, en vísperas de la insurrección armada de julio de 1936, es destinado a un pueblo ferroviario e industrial..

Descripción

Dramática historia personal de un joven sacerdote navarro que, en vísperas de la insurrección armada de julio de 1936, es destinado a un pueblo ferroviario e industrial que goza “de justa y bien merecida fama de republicanismo de izquierdista en el fondo monárquico y derechista que domina abrumadoramente toda Navarra“.

El libro refleja una realidad sociopolítica; Entre los perseguidos por el bárbaro y cruel ciclón sangriento que recorre Navarra a partir del 18 de julio de 1936, se encuentran, también, algunos nacionalistas vascos que padecen similares vejaciones e injusticias. Y don Marino se hace eco igualmente de esa persecución, que era -si cabe la observación- la más chocante de todas, porque se trataba de hombres y mujeres que profesaban una profunda fe católica. Asesinar indiscriminadamente a los “rojos” en nombre de Cristo, era una aberración. Pero hacer lo propio con creyentes convencidos, de misa y comunión diaria era, además, un absurdo sin sentido.

Marino Ayerra recuerda, por ejemplo, la tensa conversación que mantuvo en Pamplona con Manuel Aranzadi de quien afirma que era “católico, apostólico, romano, pero no requeté, ni falangista, ni monárquico […] sino nacionalista vasco“. Aranzadi, visiblemente alterado, le recriminó, como miembro del clero, que estaban “haciendo a Cristo […] Rey del asesinato y del crimen“. Y describió, gráficamente, lo que estaba ocurriendo en Navarra como una “salvajada con estola, capa pluvial, báculo y mitra, de Cardenales, Obispos y curas, directa o indirectamente cómplices, fautores o inductores, cuando no ejecutores -que los ha habido también- de matanzas y asesinatos con todas las agravantes jurídicas“.

Ayerra anota igualmente el asesinato de tres nacionalistas vascos, padre y dos hijos, apellidados Lizarraga y vinculados con la sociedad de fundiciones de Alsasua. Uno de los hijos se confesó con él antes de morir y, entre otras cosas, le refirió lo siguiente:

“He sido y soy nacionalista vasco; pero no es un dogma católico el sistema unitario de España, ni aun siquiera el Estado mismo español, y dentro de la fe, y aun dentro también de España, cabe el ser muy católico y sentirse muy vasco y a la vez querer la autonomía de Euzkadi. He sido nacionalista vasco porque creí que nada había en ello de malo. Y he trabajado en las últimas elecciones la candidatura vasca, más que nada, se lo aseguro, por creer que así contrarrestábamos la obra antisocial y anticristiana de otras tendencias irreligiosas que iban difundiéndose por nuestro país en los últimos tiempos”

Estos testimonios encierran una enorme plasticidad de cara a poner en evidencia las contradicciones y los niveles de iniquidad de un movimiento que se declaraba católico militante, pero perseguía brutalmente a creyentes apostólicos como Manuel Aranzadi y asesinaba sin contemplaciones a gente de convicción cristiana tan firme como la de los Lizarraga.

Blog de Josu Erkoreka

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